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Las distintas formas de "retiradismo" son otra oferta popular de la izquierda. Esto incluye en especial al "crecimiento" personal. Un budista americano escribe, "Lo que hago por la paz y la justicia es cortar madera".59 Declarar esto como acción política es un nivel de narcisismo que simplemente está demente. No eres el mundo. Y, ¿adivina qué? La manera en que te sientes no va a cambiar el mundo, no importa cuanta madera cortes o que tan pacífico te sientas al cortarla.

El hiperindividualismo hace que este método sea inútil. La retirada debe suceder a una escala mucho mayor para poder ser realmente efectiva: debemos pensar de manera institucional, no personal, y ese es el punto exacto de divergencia entre liberales y radicales. Las instituciones alternativas como cooperativas alimentarias, guarderías comunitarias, educación no industrializada, democracia directa, protección y justicia basadas en la comunidad son esenciales para ambas, una cultura de resistencia y la supervivencia hacia un entorno posterior al agotamiento de los combustibles fósiles. Reemplazar una decisión de consumo por otra es un acto con un impacto nimio. En efecto, las decisiones por sí mismas a menudo son inútiles: el etanol genera un pérdida de energía neta y un panel de celdas solares usa más energía en su producción de la que será capaz de ahorrar en su uso. Pero de nuevo, el individualismo del liberalismo obstruye nuestra habilidad para usar la retirada como una estrategia política seria.

Somos alentados a tomar decisiones limitadas al estilo de vida que van desde la dieta a "bodas verdes", a la dispersión de ecoaldeas suburbanas que usan un poco menos de recursos aunque continúan consumiendo bastantes.60 De nuevo, estos son en esencia acercamientos de retirada. Ninguno de estos cuestiona los sistemas de poder que de manera activa están desmembrando nuestro planeta. Recuerda que no hay soluciones individuales a los problemas políticos, nunca los habrá. En el mejor caso, estos intentos son bien intencionados aunque sean mal dirigidos. En el peor caso, roban la preocupación auténtica y desesperación de cualquiera que esté medianamente consciente, ofreciendo una sensación de esperanza profundamente ilusoria.

La espiritualidad, la última categoría de acción que hemos discutido, ha jugado un papel importante en muchos movimientos de cambio social: las iglesias negras han sido consideradas la cuna del movimiento por los derechos civiles; la teología de la liberación ha sido central en las luchas por la democracia en América Latina; y los misioneros cristianos ayudaron a terminar con la esclavitud y sistema de castas en Kerala, India, dejando un legado de derechos humanos que permanece al día de hoy. Pero la espiritualidad juega un papel en la resistencia al ofrecer exactamente lo opuesto a lo que el budista americano citó más arriba. Primero, presta un marco de referencia con una moral-mítica para enfrentar a los poderes, como en el escape de la esclavitud de lo judíos en Egipto o Jesús expulsando a los prestamistas del templo. En contraste, el hiperindividualismo del "espacio interior" como meta final no ofrece nada más que distanciamiento político y moral. Segundo, una espiritualidad de resistencia ofrece una conexión a algo más grande que nosotros mismos. Como sea que lo quieras llamar (el Gran Misterio, la Diosa, Poder Supremo) esa fuente nos puede guiar para superar el dolor personal, la pérdida, el cansancio y darnos el valor y fortaleza para luchar por la justicia. La palabra clave aquí es "más grande que uno mismo". Esto no quiere decir que nuestro sufrimiento personal no deba ser atendido; en efecto, condiciones como la depresión, adicción, desorden de estrés post-traumático pueden ser amenazas para la vida y las personas en nuestras comunidades que están afligidas necesitan nuestra compasión y ayuda. Pero un sistema espiritual, que valga ser nombrado así, en última instancia nos debe guiar a actuar y no hacia la pasividad, por ambas razones, porque ofrece una experiencia de amor y gracia más allá de nuestro dolor personal y porque nos conecta con un mundo mayor al humano, el planetario y cósmico, que debe instarnos a la acción.

Una estrategia seria para salvar este planeta debe considerar cada curso de acción posible. Para dejarlo en claro una vez más: nuestro planeta está muriendo. No podría haber un llamado a la responsabilidad más grande que detener la destrucción de toda la vida. Creer de corazón en la bondad humana no es una estrategia política. Tampoco lo es el crecimiento espiritual ni nuestra pureza moral. Todos debemos decidir por nosotros mismo qué acciones podemos tomar y cuales no, y como con cualquier decisión el "No" es absoluto. Eso deberá darse por sentado. Hay cabida, y en efecto es una necesidad, para cada nivel de acción en este proyecto. Pero ya hemos sobrepasado el tiempo de ponernos en marcha y debemos dejar de jugar con los riesgos que amenazan al planeta, las soluciones a esas amenazas y sobre el valor y sacrificio que serán necesarios para derrocar al sistema.