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Descensores

Los descensores son otro grupo que se encuentra en las ramas de permacultura y cenit petrolero. Citan ejemplos de civilizaciones pasadas que colapsaron debido al agotamiento de recursos, en especial la tierra arable, pero su idea es que el colapso no es un cataclismo. Por ejemplo, la civilización maya no desapareció de la noche a la mañana; de hecho las ciudades mayas "tardaron un siglo y medio en caer".36 Esta es la idea principal del libro de John Michael Greer, The Long Descent (El Largo Descenso). En él escribe: "la desintegración gradual, y no el súbito colapso catastrófico, es la manera como las civilización terminan".37 Basado en el declive de civilización pasadas predice que el final de la sociedad industrial será a través de una serie de crisis y alivios en miniatura, conforme desciende el consumo energético a modo de una escalera escalonada. Las crisis no serán divertidas, pero tampoco será igual a una caída libre apocalíptica.

El problema con esta sencilla tesis es doble. La sociedad industrial es industrial; está basada en vastas cantidades de combustibles fósiles. Esta condición no es equiparable con nada que haya sucedido con anterioridad. Los antiguos griegos, mayas y chinos no dependían de combustibles fósiles para la subsistencia básica. Las civilización previas se mantuvieron dentro de la escala humana aun cuando estaban basadas en el agotamiento de recursos. Las civilizaciones a escala humana podrían terminar en un colapso a escala humana. Pero ahora, continentes enteros y en efecto seis billones de personas, dependen de los combustibles fósiles para su alimentación básica. Los alimentos que no se importan de distancias tan lejanas que sólo se pueden transportar empleando combustibles fósiles, se cultivan usando combustibles fósiles como abono. Esto es lo que la Revolución Verde ha traído: una cuadruplicación de la población humana la cual ya estaba en sobregiro. Cuando la producción de petróleo empiece a descender por el lado oscuro de la curva de Hubert, seis billones de personas no tendrán qué comer.

En los colapsos previos, se encontraban comunidades bióticas intactas en las cuales los civilizados podían diluirse. Había bosques vivos, pastizales, ríos y áreas costeras dentro de las cuales las personas eran capaces de subsistir como siempre lo habían hecho. Eso se ha terminado, terminado a una escala que nadie parece estar dispuesto a reconocer, el vacío es tan profundo como lo reflejan los cálculos: peces, reducidos en un 90 por ciento; bosques, reducidos en un 98 por ciento; praderas reducidas en un 99 por ciento. Ninguna civilización pasada podía siquiera soñar con estos niveles de conquista, dado que estaban limitadas por las distancias que las líneas de suministro conformadas de acuerdo a la capacidad de viaje de los animales de carga. El límite protector fue transgredido por los barcos de vapor y la máquina de combustión interna. No hay ningún cojín amortiguador verde como un bosque, ningún estuario denso floreciente con peces y aves. Estamos viviendo del petróleo que en algún punto no muy lejano gastará más energía su extracción que la energía contenida. Es un barranco, no es una escalera que desciende progresivamente.

El otro abismo entre los Descensores y la realidad es el colapso de los ecosistemas y las funciones básicas que mantienen la vida a través del planeta. El libro de Greer habla acerca del "colapso", pero su colapso sólo se refiere a las sociedades humanas. Mientras tanto, la vida se está deshaciendo a lo largo de sus costuras por la oleada de carbono liberado a la atmósfera y el exterminio de especies. Greer nos pide con urgencia que abandonemos el concepto de apocalipsis, argumentando que sólo es la narrativa favorita de las religiones abrahámicas. Pero el asesinato de mi planeta no es una historia, es un persistente ultraje que exige acciones comprometidas y las exige ahora. Conforme las temperaturas y niveles del mar se elevan, conforme las líneas costeras y los países empiezan a hundirse, conforme la tierra se cocina a una temperatua más allá de lo que las bacterias y hongos pueden sobrevivir, ¿en qué momento se me permite llamarlo una "apocalipsis"? Es muy posible que llegue un día de mi vida cuando el último oso polar, que con su abrigo ancestral blanco que contraste con el fondo derretido de color café, muera. Yo llamaría a esa posibilidad una apocalipsis. A esa realidad la llamaría infierno. ¿Qué palabras Greer y los Descensores podrían preferir? No lo sé.

No estoy intentando cundir el pánico o el survivalismo. Ninguno ayudará. Estoy intentando crear un movimiento de resistencia con una estrategia que pueda atender la escala del problema. Los Descensores, al igual que los Caballeros Errantes, están intentando crear una escapatoria ante los horribles hechos frente a nosotros, pero su manera de salir no incluye el enfrentar e intentar cambiar esos hechos. La manera de escapar de los Descensores es esencialmente emocional, una historia adormecedora donde "todo estará bien": ha sucedido antes y el mundo no llegó a su fin.

Excepto que esta vez, el mundo sí está llegando a su fin. Es muy probable que el último oso polar ya haya nacido, un osezno desarrollándose cobijado en el calor de la piel de su mamá. O quizás sigue siendo un óvulo dentro del anhelo intrínseco en la inteligencia de un conjunto de células en proceso de división protegidas por un antiguo mar mamífero. Cuando emerja, el mundo que ella encuentre no será uno que su mamá o la mamá de su mamá hayan conocido con anterioridad. No habrá suficiente hielo donde ella pueda pararse. No habrá suficientes focas para que produzca grasa, piel o bebés. Habrá hambruna y frió hasta que ella muera ya sea por una o la otra, en un mar que fue despojado de su vida hasta convertirse en un desierto por una cultura que nadie se atrevió a detener.

Esta es la realidad que deja la extinción en masa. Esta sucediendo no sólo especie por especie, pero una criatura a la vez: oso por oso, pájaro por pájaro, el agotamiento de demasiadas millas de territorio de subsistencia y la ausencia de hielo, ríos y refugios a la vista. Los polluelos desesperados, todas esas bocas estarán abiertas durante todo su futuro, están hambrientos, sedientos, fríos y muriendo. Es una hemorragia lenta de vida que abandona el planeta: esas criaturas están muriendo una a la vez. Reducir su realidad física a una narrativa resulta ser, por supuesto, uno de los elementos centrales del liberalismo. Sugerir el cambio de narrativas como plan político es un callejón sin salida de proporciones que rayan en la demencia. El asesinato de mi planeta no es una mala película que pueda apagar. No es un libro que pueda regresar a la biblioteca. No es una historia. Esas criaturas donde cada una representa un milagro en la coordinación de células que conforman las plumas y vuelo, la paciencia y raíces, el gozo y pena de la vida, están muriendo. Son reales y necesitan ser defendidas en el mundo real.

Los Narradores han ganado una cantidad considerable de adeptos entre las personas que se preocupan por el medio ambiente. Aseguran que la dominación humana es sencillamente una historia originada en el Génesis, y que los humanos no son lo suficientemente poderosos para destruir la tierra. Pero decir que la dominación es sólo una historia quiere decir que sus víctimas sólo son personajes. Yo difiero, no estoy de acuerdo, al igual que el gaviotín negro y el zorro polar. Esta reducción de la realidad en narrativa da paso a una extraña pasividad entre sus adherentes. La Naturaleza se hará cargo: somos niños rebeldes y no somos responsables de nuestras acciones y, en efecto, seremos detenidos antes de suceda un daño real. Y el concepto de "salvar a la tierra" resulta ser, según ellos, el heroísmo occidental individualista en toda su gloria masculina. Los Narradores ignoran, por supuesto, la narrativa de la legitimación masculina, donde las mujeres, animales y Tierra son cosas consumibles que escasamente se notan incluso como "recursos" sobre los cuales se edifica el ego masculino. ¿Podríamos abandonar esa narrativa?

O quizás podríamos abandonar la narrativa que el mundo está hecho de narrativas. No lo está. Está conformado por criaturas vivas entrelazadas en una complejidad enorme dentro de una dinámica de dar y recibir una consanguinidad de rayos solares y carbono, una Gran Comunión. En cada aliento animal hay una oración de participación, al igual que en cada raicilla frágil que crece y en cada célula que se divide. Pero nuestra gratitud está colapsando bajo el canto llano, 200 especies cada vez.

Así que sí necesitamos una narrativa, es una sencilla: la resistencia es posible. Si quieres agregarle un poco de suspenso contempla esto: se nos ha acabado el tiempo. Más allá de ello, ¿podemos detener los relatos de historias y ponernos a trabajar?

Los Caballeros Errantes usualmente creen en la participación política. Desde Al Gore a Lester Brown hasta Bill McKibben, todos ellos fomentan la participación cívica para obligar el cambio institucional. A menudo tienen una ferocidad al momento de exhortar a la acción que iguala a la seriedad de la situación. Aún mejor es el reconocimiento subyacente que el cambio institucional es primordial, que el cambio personal jamás empezará a atender la situación. El problema con los Caballeros Errantes es que están esforzándose por salvar la civilización industrial. La reducción de los niveles de consumo son parte de su plan, pero el capitalismo y su crecimiento perpetuo permanece sin cuestionar tienen un efecto incuestionable en nuestro futuro. Y como ya se ha mostrado, no existe ninguna combinación de energía solar, eólica o biocombustibles que podrá igualar la densidad y facilidad de uso de los combustibles fósiles; además no hay ningún descubrimiento tecnológico que pueda salvar el día. Este modo de vida se ha terminado y no lo quieren enfrentar.

Por otro lado los Descensores ofrecen una evaluación de la energía y de su respectiva sociedad de baja energía del futuro, lo cual nos indica que están basados en la realidad. Greer escribe, "Conforme se reduzca la accesibilidad económica y abundancia de los combustibles fósiles, los estándares de vida alrededor del mundo industrial se hundirán siguiendo los niveles del mundo no industrializado".38 Los Descensores carecen de la conciencia de las emergencias bióticas que el planeta enfrenta o cualquier llamado a la acción. (¿Se me permitirá decir que están atrapados en la narrativa de "la Resistencia es inútil"?) En efecto, se desmotiva y descarta la acción política. Por ejemplo, Ted Trainer insiste que "no hay otra forma posible" para lograr un futuro sostenible más allá de las decisiones personales del estilo de vida.39 Lo que dicen es que las instituciones políticas jamás responderán y que todo lo que podemos hacer es prepararnos a nosotros mismos como individuos y quizás como comunidades locales conforme el sistema colapsa.

Si nuestras instituciones políticas no están funcionando entonces necesitamos empezar unas nuevas. Pero las acciones que los Descensores sugieren son los ajustes a escala personal típicos: acostúmbrate a usar menos energía, siembra un jardín y aprende un oficio no industrial. La única solución a mayor escala que Greer fomenta está a nivel comunitario: "Ya que los gobiernos han abandonado por completo la responsabilidad, depende de los individuos, familias, grupos y comunidades locales prepararse para el futuro que está frente a nosotros".40

Esto termina siendo la otra desventaja de los Descensores. Con todo y su aguzada crítica, sólo les importa su propia supervivencia, el individualismo supremo; al mismo tiempo descartan todo tipo de activismo político. En las ocasiones en las que se menciona la resistencia política, es firmemente eliminada como opción. No conozco si con anterioridad ha habido un movimiento que entienda la naturaleza política de la problemática y que de manera unilateral rechace las soluciones políticas y no entiendo porque este rechazo ha tomado control por sobre tantas mentes inteligentes y comprometidas.

Daniel Quinn nos insta con urgencia a "abandonarla".41 ¿Hacia a dónde? Y más importante aún, ¿por qué? Richard Heinberg escribe que "los esfuerzos por intentar llevar a la civilización a la ruina de manera prematura son inútiles y equivocados: la ruina llegará lo suficientemente rápido por si sóla. Es mejor dedicar nuestro tiempo y esfuerzo en preparaciones personales y comunitarias".42 Compara estas palabras con la valentía de Henning von Tresckow, quien dijo que incluso si el estado Nazi estaba condenado, los esfuerzos por derrocar este régimen malévolo debían continuar porque estaba asesinando más víctimas inocentes cada cada. La victimización actual de humanos y criaturas no-humanas es una orden de magnitud superior, lo cual implicaría que nuestra responsabilidad moral es mucho mayor.

Pat Murphy en su Plan C: Estrategias de Supervivencia en Comunidad para el Cenit Petroleo y Cambio Climático, un libro que sobresale por su inteligencia política y gran indignación moral, escribe, "En términos de globalización corporativa, una buena acción local puede resultar en la evasión de la compra de bienes de las corporaciones internacionales lo más posible".43 En un libro que está dispuesto a nombrar la adoración tecnología como una religión, al automóvil como un parásito destructivo y que llega al extremo de recomendar el abandono de los medios masivos de comunicación, la mejor acción política que ofrece es el boicot personal generalizado que no tendrá ningún efecto sobre el poder. Insta al lector a "empezar el proceso personal de cambiar su estilo de vida. Esto es un pensamiento verdaderamente global: elegir un planeta sano y un estilo de vida sostenible por sobre los placeres a corto plazo que provee el consumo excesivo".44 En efecto, tiene un capítulo entero titulado "Post Cenit Petrolero – El Cambio Empieza Con Nosotros".45 Nos exhorta a "hacer los cambios personales necesarios para vivir en un mundo post cenit petrolero, proveyendo de un liderazgo auténtico para aquellos que quieran seguirlo".46

Don Fitz llama a esto "exhortasionismo", lo cual define como "la creencia que los jesuitas ambientalistas deben convertir a los individuos para que piadosamente consuman menos, una creencia que ignora las realidades económicas, políticas y sociales que nos obligan a consumir más".47 Para azotar a un caballo liberal que lleva mucho tiempo muerto digamos: el cambio personal jamás igualará al cambio político. Necesitamos un auténtico liderazgo, pero uno que nos guíe hacia las acciones políticas que desmantelen el poder institucional injusto y destructivo. Tomaría una cantidad masiva de personas que abandonaran los bienes de consumo de producción corporativa para que esto surtiera algún efecto y si vas a organizar a las personas para hacer eso, ¿por qué no dirigirlos hacia una acción capaz de derribar tan sólo un ladrillo del poder corporativo y la civilización industrial? Como Fitz señala, el exhortacionismo es "una llamada para construir una nueva sociedad sin la construcción de movimientos sociales".48 Y sin esos movimientos, nada cambiará nunca.

Murphy escribe, "El cambio personal de hábitos debe ser primero, al menos debe ir de la mano con la presión jurídica para el cambio gubernamental e institucional. Porque sólo será a través de la experiencia que viene del cambio personal que las personas desarrollarán el conocimiento para hacer los cambios sociales adecuados".49 Con todo respeto, esta no es la manera en la que un sólo movimiento de liberación ha funcionado en la historia, ningún derecho humano se ha ganado así. La educación y elevación de conciencia son necesarios para construir las categorías de activistas que harán el trabajo, pero el trabajo que hacen está a un nivel institucional. Debido al cambio institucional, los corazones y mentes cambian a lo ancho del nivel social. Así funciona la progresión.

Como activistas, es nuestro trabajo suministrar la fuerza necesaria. Ese siempre es el trabajo de los activistas: hacer exigencias y luego sustentarlas. Una vez más, esa fuerza puede ser completamente no violenta, pero las preguntas estratégicas y tácticas son secundarias cuando reconoces que el poder debe ser confrontado y que no cederá voluntariamente.

Ambos, los Caballeros Errantes y los Descensores, ofrecen soluciones liberales. Ya que los Caballeros Errantes no están dispuestas a nombrar las estructuras jerárquicas del poder del capitalismo, industrialismo o en última instancia, la civilización, sus propuestas no pueden atender el problema real. Los Descensores son más claros en cuanto al problema, pero su insistencia sobre la eficacia de un cambio de narrativa es idealista. De nuevo, el idealismo es la creencia que la realidad está constituida por ideas y no por las condiciones materiales. Y la exclusión de soluciones políticas a favor de las decisiones personales de estilo de vida de los Descensores, termina siendo un individualismo puro, el otro postulado central del liberalismo. El liberalismo siempre fracasará para producir cambios radicales y si alguna vez ha habido un momento cuando ese cambio ha sido necesario, es ahora.