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ACTOS DE OMISIÓN

La palabra en inglés para huelga es strike, viene de los marineros del Siglo XVIII que "quitaban" (struck) las velas de los barcos y se rehusaban ir al mar, pero el concepto de una huelga de trabajadores se remonta al antiguo Egipto.3 Se volvió una táctica popular durante la revolución industrial, paralela a la formación de sindicatos de trabajadores y la proliferación de fábricas peligrosas y sobre-saturadas con trabajadores.

Las huelgas históricas no se trataron únicamente de actos de omisión. Los capitalistas hicieron todo lo posible para prevenir o terminar a través de la violencia las huelgas que les costaban dinero, así que se volvieron más que escoltas de protesta o marchas; a menudo eran batallas temperadas, con huelgas por un lado y policías y matones del otro. Esto no debería ser ninguna sorpresa; cualquier acción efectiva contra aquellos en el poder provocará una respuesta fuerte y probablemente violenta. Por lo tanto, los huelguistas históricos a menudo adoptaban una actitud pragmática con el uso de violencia. Aunque se opusieran a ella, los huelguistas históricos planeaban defenderse a sí mismos en caso de ser necesario.

Las protestas estudiantiles de mayo de 1968 en Francia, las cuales agruparon a diez millones de personas incluyendo dos terceras partes de la fuerza laboral francesa, obligaron al gobierno a disolver y convocar elecciones, (al igual que provocar una brutalidad policíaca extensa). La huelga de 1980 del puerto de Gdansk en Polonia detonó una serie de huelgas a través del país y contribuyó a la caída del comunismo en Europa del Este; el líder de la huelga Lech Walesa ganó el Premio Nobel de la Paz y eventualmente fue elegido para la presidencia de Polonia. Las huelgas generales eran comunes en España a principios del Siglo XX, especialmente en los años que precedieron a la guerra civil y revolución anarquista.

Los boicots y embargos han sido elementos cruciales en muchas luchas: desde los boicots de bienes producidos por la esclavitud en los EU a las luchas por los derechos civiles y el boicot de autobuses de Montgomery en nombre de los derechos civiles, a los boicots anti-apartheid; a boicots orientados a compañías como Nestlé, Ford o Philip Morris.

La práctica del boicoteo se dio desde antes que fuera nombrada como tal. El capitán Charles Boycott fue el representante de un terrateniente irlandés en 1880. El capitán Boycott desalojó a los inquilinos que habían exigido la reducción a las rentas, así que la comunidad luchó en su contra al aislarlo social y económicamente. Las personas se rehusaban a trabajar para él, vender o intercambiar cosas con él, incluso el cartero se rehusó a entregarle su correspondencia. El gobierno británico se vio obligado a traer a cincuenta trabajadores extranjeros para recoger la cosecha y proteger a los trabajadores con mil policías. Esta muestra de oposición significó que costaba más de ₤10,000 cosechar un valor de ₤350 de patatas.4 Boycott huyó a Inglaterra y su nombre entró en el léxico.

Como ya lo hemos discutido con anterioridad, el gasto de los consumidores representa una palanca pequeña para los movimientos de resistencia, ya que la mayor parte del gasto lo realizan las corporaciones, gobiernos y otras instituciones. Si ignoramos gastos obligados, como alimentos, vivienda y cuidado médico, los americanos gastan cerca de $2.7 billones ??? de dólares al año en su ropa, seguro médico, transporte y otros gastos.5 El gasto gubernamental puede estar en los $4.4 billones, mientras que las corporaciones gastan $1 billón solamente en marketing.6 El gasto discrecional del consumidor es pequeño, e incluso si un boicot fuera efectivo contra una corporación, el estado rescataría a la corporación con dinero de impuestos, como ya lo han dejado en claro.

Pero no cabe duda que los boicots pueden ser muy efectivos bajo ciertas circunstancias. El ejemplo original del capitán Boycott demuestra algunas condiciones que permiten una acción exitosa: la participación de una comunidad entera, el uso de fuerza adicional más allá de las medidas económicas y el contexto geográfico limitado al ámbito social y económico. Dichas acciones ayudaron al liderazgo del agitador laboral y político irlandés Michael Davitt llamado: "la caída del feudalismo en Irlanda".7

Por supuesto que hay circunstancias excepcionales. Cuando la carga de invierno de alimento para gallina llegó a la granja el día de hoy, el alcalde estaba manejando el camión de entrega, hurgando cuidadosamente entre el rebaño de ganado curioso. Pero la mayoría de las personas no reciben entregas de sus oficiales electos y, con disculpas al mayor Jim, los alcaldes de islas pequeñas ejercen mucho poder a escala global.

En efecto, la globalización corporativa ha forjado una situación muy diferente a la del antiguo acuerdo rural. No hay una sola comunidad que pueda ser unificada para ofrecer un frente sólido de resistencia. Cuando las corporaciones encuentran problemas con sus trabajadores o cuando sencillamente quieren pagar menores sueldos, mueven sus operaciones a otra parte. Y aquellos en el poder están tan segregados del resto de nosotros de manera social, económica, cultural y física, que ejercer presión a través de la vergüenza social o rechazo resulta casi imposible.

Incluso si queremos ser optimistas y decir que un gran número de personas pudiera decidir participar en un boicot de las diez corporaciones más grandes, es completamente razonable esperar que si un boicot amenazara seriamente los intereses de aquellos en el poder, que ellos sencillamente declararían al boicot ilegal.

De hecho, en su legislación, los Estados Unidos ya tiene muchas leyes anti-boicot que datan de los años 70. La Oficina de Cumplimiento Antiboicot del Departamento de Industria y Seguridad de los Estados Unidos explica que estas leyes fueron creadas con la intención de "fomentar, y en casos específicos, exigir a las empresas de los EU ha rehusarse a participar en boicots extranjeros que los Estados Unidos no autoricen". Las leyes prohíben que las empresas participen en boicots y compartan información que pueda ayudar a los boicoteadores. Además, las investigaciones deben de reportarse al gobierno. Por ejemplo, la Kansas City Star informa que una compañía basada en la ciudad de Kansas fue multada con $6,000 por contestar las preguntas de un cliente sobre si la procedencia de los materiales de fabricación eran de Israel (no lo eran) y por no reportar esa pregunta al Departamento de Industria y Seguridad.8 La ley americana permite que el departamento multe las empresas con "hasta 50,000 dolares o cinco veces el valor del producto" de los productos en cuestión. Las leyes no sólo aplican a las corporaciones pero están dirigidas para "reducir la participación de los ciudadanos americanos" en boicots y embargos "que van en contra de la política americana".9

Ciertamente, una gran cantidad de personas comprometidas pueden usar los boicots para ejercer una mayor presión sobre los gobiernos o corporaciones que podrían resultar en cambios en las políticas. Pero es improbable que los boicots por sí mismos resulten en reformas estructurales mayores al capitalismo o a la civilización en general e indudablemente no resultará en su derrocamiento.

Como las huelgas y el boicot, la negación al pago de impuestos tiene una larga historia. Rebeliones y guerras han estallado como reacción a los impuestos; desde los "impuestos a las chozas" de las colonias británicas al Motín del Té de Boston.10 Incluso cuando los impuestos no son la causa para la guerra, el rechazo de los impuestos posiblemente juega un papel, ya sea como una manera de resistirse a las guerras injustas (como los cuáqueros han hecho históricamente) o como parte de una lucha revolucionaria (como en la revolución alemana en la que Karl Marx proclamó, "¡El rechazo a pagar impuestos es la obligación principal de cada ciudadano!").11

El éxito de la negación al pago de impuestos usualmente es bajo, en parte porque las personas ya están intentando la evasión de impuestos por razones que que no son políticas. Para empezar, en los EU el 41 por ciento de los adultos no pagan los impuestos sobre la renta, así que es razonable concluir que el gobierno puede absorber o compensar hasta los niveles más altos de rechazo a los impuestos.12

Aunque el rechazo a los impuestos no derrocará a la civilización, hay momentos cuando podría ser especialmente decisivo. Los gobiernos regionales o locales al borde de la bancarrota pueden verse obligados a clausurar prisiones o detener la inversión de infraestructura nueva para ahorrarse los costos y la resistencia organizada a los impuestos puede ayudar a dirigir dichas tendencias mientras se desvía dinero a programas sociales o ecológicos de la comunidad.

A través de la objeción consciente, las personas se rehúsan a participar en el servicio militar o en algunos casos sólo aceptan roles en el ejército que no involucren combate. Ocasionalmente estas personas son aquellas que ya están en el ejercito y han sufrido un cambio de corazón.

Aunque las objeciones conscientes ciertamente han salvado a la gente de verse obligados a matar, no siempre salvan a la gente de morir o de los riesgos de morir, ya que los castigos o trabajos alternativos como la minería y la eliminación de bombas también son inherentemente peligrosos. Es poco probable que la objeción consciente haya logrado terminar una guerra o incluso causado una escasez significativa entre las tropas. Los gobiernos que carecen de tropas por lo general promulgan el aumento de reclutamiento para llenar los cargos. Usualmente, donde han existido los programas de servicio alternativo, los objetores conscientes realizan trabajo habitualmente masculino, como la producción agraria y tala, por lo tanto liberando a otros hombres para ir a la guerra. Es poco probable que la objeción consciente, por sí sola, sea una forma efectiva de resistencia contra la guerra y gobiernos.

Para aquellos que ya están en el ejército, el motín y la insubordinación son las principales acciones disponibles de omisión. En teoría, los soldados tienen el derecho, incluso la obligación, de rehusarse a seguir órdenes ilegales. En la práctica, los soldados individuales en rara ocasión desafían la coercion de sus superiores y batallones. Y rehusarse a una orden ilegal sólo funciona mientras una atrocidad sea ilegal en ese momento; los criminales de guerra en Nuremberg argumentaron que no había leyes contra lo que ellos habían hecho.

Dado que la insubordinación individual puede resultar en un castigo severo, el personal militar a veces se reúne para hacer un motín. Pero el rechazo de órdenes a gran escala es casi inexistente por la cultura, indoctrinación y la amenaza de castigos del ejército (hay excepciones notables, como el motín del navío ruso Potemkin o los motines masivos de los soldados rusos durante la Revolución de Febrero). Quizás una mayor razón esperanzadora radica en el potencial que podría tener el personal militar, que suele poseer conjuntos de habilidades útiles, y que podría unirse a grupos más activos de resistencia.

El rechazo y humillación a veces se usan en caso de transgresiones sociales y actos indebidos severos, tal como el abuso de menores, abuso doméstico o violación. Estas tácticas tienen mayor probabilidad de ser efectivas en comunidades unidas o de baja densidad poblacional, las cuales no son tan comunes en el mundo moderno y urbanizado, aunque algunas comunidades particulares (como los enclaves de inmigrantes) también pueden estar separados por el lenguaje u otras razones culturales. El efecto de la humillación se puede incrementar ampliamente en situaciones como la del capitán Boycott en las que las relaciones sociales también son relaciones económicas. Sin embargo, debido a que la mayoría de las transacciones económicas (ya sean de empleo o consumo) están mediadas por grandes corporaciones despersonalizadas y trabajadores alienados, esto resulta posible en muy raras ocasiones hoy en día.

Para poder emplear la humillación se necesita de una mayoría que sea efectiva, así que no es una herramienta que pueda ser usada para derrocar la civilización; aunque todavía puede ser usada para desmotivar actos nocivos dentro de comunidades incluyendo las comunidades de activistas.