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Capítulo 4

Cultura de Resistencia

por Lierre Keith

Dime, ¿qué es lo que planeas hacer
con tu única vida, silvestre y valiosa?

—Mary Oliver, poeta

La cultura de la izquierda necesita seriamente una reforma. Cuando estamos en nuestro mejores y más valientes momentos, somos las personas que creen en un mundo justo; quienes luchamos el poder con todo el valor y compromiso que las mujeres y hombres pueden poseer; quienes se rehúsan a ser comprados o golpeados hasta la sumisión, e igualmente, rehusamos traicionarnos entre nosotros. La historia de las luchas por la justicia son inspiradoras, incluso enaltecedoras y debería motivarnos a redoblar nuestro esfuerzos ahora que el mundo entero está en peligro. En su lugar, nuestro liderazgo nos está descarrilando. Hay razones históricas para el extravío de nuestros movimientos, y haríamos un bien si entendiéramos aquellas razones antes de que sea demasiado tarde1.

El origen del extravío empezó en la Edad Media cuando varias sectas alternativas se levantaron a través de Europa, algunas eran de corte más religioso, otras eran políticamente utópicas. Por ejemplo, los adanistas se originaron en África del Norte en el siglo II y el último de los neoadanistas fue suprimido por la fuerza en Bohemia en 1849.2 Ellos buscaban lograr la inocencia primigenia previa al pecado. Practicaban nudismo y rituales extáticos de renacimiento en cuevas, rechazaban el matrimonio y mantenían la propiedad comunitaria. Grupos como los cavadores (verdaderos niveladores) eran más políticos. Ellos buscaban una estructura igualitaria en la sociedad basada en pequeñas comunidades agrarias que vivían bajo principios ecológicos. Un historiador escribe, "Ellos sostenían que si sólamente la gente común de Inglaterra se organizara en comunas de apoyo mutuo, no habría cabida para las clases dominantes dentro de dicha sociedad".3

No todos los grupos de deserción tenían una agenda política. Muchas sectas alternativas rechazaron la acumulación material y estatus social pero carecían de un análisis política claro o un programa igualitario. Dichas subculturas se han levantado repetidamente a través de Europa, uniéndose bajo una constelación de temas en común:

Dentro de estos grupos de deserción, ha habido una tensión por clasificar a la sociedad en general entre inherentemente corrupta o simplemente catalogándola de injusta. Esta tensión ha estado presente por más de 1,000 años. Los grupos que critican a la sociedad por degenerada o inmoral responden principalmente retirándose de la sociedad. Quieren traer al cielo en la Tierra en el aquí y el ahora, abandonando el mundo exterior. "En el mundo pero no de mundo", dijeron los shakers [rama de los cuáqueros protestantes]. Muchos de estos grupos eran y permanecen siendo profundamente pacifistas, en parte porque el mundo exterior y todas las cosas políticas las ven como fuentes de corrupción y en parte por un sentido moral muy arraigado. Los "grupos de corrupción" no son siempre izquierdistas o progresivos. En efecto, muchos elementos reaccionarios del ala derecha han formado sectas y fundado comunidades. En estos grupos, el pecado es urbano o la vida moderna es sinónimo de hedonismo, no jerarquía. De hecho, estos grupos operan bajo jerarquías estrictas: hombres mayores por sobre hombres jóvenes, hombres por sobre mujeres. A menudo cuentan con un líder carismático y una propensión milenarista bien definida.

Por otro lado, los "grupos de justicia" ven a la sociedad como inequitativa en lugar de corrupta, y generalmente ven a la religión organizada como otra jerarquía más que necesita ser desmantelada. Buscan objetivos políticos muy amplios tales como reformas del suelo, democracia pluralista e igualdad entre los sexos. Estos objetivos espirituales que están más encaminados hacia el ámbito político navegan entre la retirada y la acción. Intentan crear comunidades que apoyan las prácticas espirituales diarias, permiten la retirada de la participación material en sistemas injustos de poder y motivan el activismo político para traer una Nueva Jerusalem a la realidad. Grupos contemporáneos como los Trabajadores Católicos representan in intento de tales proyectos.

La tendencia perenne a criticar una visión utópica fue reforzada por el Romanticismo, un movimiento artístico y cultural que empezó a final de la mitad del siglo XVIII en Europa Occidental. En parte fue una reacción contra la Era de la Ilustración, la cual valoraba la racionalidad y la ciencia. La iconología de la Ilustración era la máquina y el resto del cosmos vivo fue reducido a un maquinaria de reloj. Conforme la revolución industrial ganó fuerza, los estilos de vida rurales fueron destruidos mientras las áreas urbanas se hinchaban con sufrimiento y miseria. Los oscuros molinos satánicos de Blake destruyeron ríos, el patrimonio de los humedales y bosques cayó en las manos del mayor postor y el polvo de carbón era tan espeso en Londres que la era bien pudo ser considerada la Era de la Tuberculosis. En Alemania, los ríos Rhin y Alba fueron asesinados por los colorantes de telas y otros procesos industriales. Y junto con las comunidades naturales, las comunidades humanas quedaron devastadas por igual.

El Romanticismo giró alrededor de tres temas principales: nostalgia por el pasado, una exaltación de la naturaleza por pura y auténtica y la idealización del individuo heroico y alienado. Alemania fue de muchas maneras el centro del movimiento romántico, donde elementos de la antigua cultura folclórica pagana se mantenían.

Decir cuánto fue el legado de la adoración a la naturaleza por parte de los teutones que incorporaban los elementos pre-cristianos y cuánto derivó de la recreación romántica, la Feria Renacentista del siglo XIX, va más allá de los alcances de este libro. Es suficiente mencionar que había suficientes elementos culturales del Romanticismo en sus cimientos.

En 1774, el escritor alemán Goethe escribIó la novela "Las penas del joven Werther", la cual narra la historia de un joven que visita una encantadora aldea de campesinos, se enamora de una mujer inalcanzable y sufre al punto de cometer suicidio. El libro estimuló un nervio hipersensible, y de la noche a la mañana, jóvenes alrededor de Europa empezaron a modelar con sus propias vidas la del protagonista, un artista depresivo y apasionado. Aunado a los elementos sobrenaturales y ocultos de la obra de Edgar Allan Poe y para el siglo XIX los románticos de ese día parecían góticos modernos. Un amigo disfruta decir que la historia es el mismo personaje, con distintos disfraces–y en este caso las disfraces no han cambiado mucho4.

Otra corriente del Romanticismo que eventualmente influenció nuestra situación actual fue reforzada por el filósofo Jean Jacques Rosseau,5 quien describió el "estado natural" en el que los humanos vivieron previos al desarrollo de la sociedad. No fue el creador de la imagen del salvaje noble –ese discutible honor recae en John Dryden, en su obra de 1672, "La Conquista de Granada". Sinembargo, Rosseau lo popularizó en los componentes basales que se unirían para formar ese cliché, argumentando que había habido una ruptura entre la naturaleza humana y la sociedad humana. El concepto de dicha división es profundamente problemático, por definición deja a las culturas que no son civilizaciones fuera del circula de la sociedad humana. Ya sea que el argumento sea el de un salvaje sediento de sangre o un salvaje noble, el concepto subyacente de "estado natural" sitúa a los cazadores-recolectores, horticultores, pastores nómadas e incluso agricultores afuera de la actividad humana básica en la creación de la cultura. Toda cultura es un emprendimiento humano: no existen humanos viviendo en un "estado natural".6 Con la idea de un estado natural, sociedades con enormes diferencias son agrupadas bajo la noción de "primitivas", las cuales existen sin ningún cambio a fuera de la historia y proyecto humano.

En efecto, una ramificación del Romanticismo fue un movimiento artístico llamado Primitivismo el cual inspiró su propia música, literatura y arte. El Romanticismo en general y el Primitivismo en particular veían a la cultura europea como excesivamente racional y represiva sobre los impulsos naturales. En contraste, las así llamadas culturas primitivas eran vistas como emocionales, inocentes e infantiles, sexualmente inhibidas y unificadas con el mundo natural. Los románticos adoptaron la creencia que los "primitivos" eran pacíficos de manera natural; los primitivistas tendían a creer en su tendencia proclive a la violencia. Cualquier cliché puede ser funcional porque la imagen entera es una construcción que no tiene relacióncon la vasta variedad de formas que las culturas indígenas humanas han tomado. La cultura es una serie de decisiones, decisiones políticas tomadas por un animal social con un órgano moral. Ambos, el salvaje noble y el salvaje sediento de sangre terminan siendo cosificantes, condescendientes y construcciones racistas.

El romanticismo reconoció algunos agravios legítimos. El urbanismo fomenta la alienación y aislamiento de las personas. La industrialización destruye comunidades, tanto las humanas como las bióticas. Las demandas conformistas de las sociedades jerárquicas producen vidas emocionales inauténticas y adormecidas y una cultura que odia la animalidad de nuestros cuerpos nos lleva al exilio de nuestro único hogar. La comprensión de que ninguna de estas condiciones es inherente a la existencia humana o a la sociedad humana puede brindar un alivio profundo. Más aún, la existencia de culturas que respetan la tierra, que son bondadosas con los niños en lugar de enviarlos a la escuela pública, que comparten alimentos y alegrías en igual medida, que incluso pueden tener tecnologías místicas para alcanzar el éxtasis, nos pueden servir de tanto inspiración como de evidencia de los crímenes que se cometen contra nuestros corazones, nuestra cultura y nuestro planeta. Pero los lugares donde el Romanticismo fracasó todavía acechan la cultura de la izquierda hoy en día y deben servirnos de advertencia si es que vamos a construir una cultura de resistencia que pueda apoyar un movimiento auténtico de resistencia.