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En el libro, "The Nazi Doctors" (Los doctores Nazi), Robert Jay Lifton, exploró cómo era posible que hombres que habían tomado el juramento hipocrático podían prestar sus habilidades en los campos de concentración donde los prisioneros eran obligados a trabajar hasta la muerte o asesinados bajo un sistema de línea de producción. Encontró que muchos de los doctores tenían un interés genuino por sus cargos y que hacían todo en su poder (lo cual patétitcamente significaba muy poco) para mejorar la vida de los reclusos. Si un recluso enfermaba, le podían dar a lamer una aspirina. Podían ponerlo en reposo durante un día o dos (pero no por mucho tiempo porque el prisionero podría ser "elegido" para ser asesinado). Si el paciente tenía una enfermedad contagiosa, lo mataban para evitar la diseminación de la enfermedad. Todo esto tenía sentido dentro de Auschwitz. Los doctores, una vez más, hicieron todo lo posible para ayudar a los prisioneros, excepto lo más importante de todo: nunca cuestionaron la existencia misma de Auschwitz. Nunca cuestionaron los trabajos forzados que explotaban hasta la muerte a los prisioneros. Nunca cuestionaron asesinarlos a través del hambre. Nunca cuestionaron su encarcelamiento. Nunca cuestionaron su tortura. Nunca cuestionaron la existencia de una cultura que los guiaba a cometer estas atrocidades. Nunca cuestionaron la lógica que inevitablemente colocaba cercados eléctricos, cámaras de gas y balas en el cerebro.

Nosotros, como ambientalistas, hacemos lo mismo. Luchamos tan arduamente como podemos para proteger los lugares que amamos, usando las herramientas del sistema de la mejor manera que podemos. Aun así, no llevamos a cabo la acción más importante de todas: no cuestionamos la existencia de esta cultura asesina. No cuestionamos la existencia del sistema económico y social que está explotando al mundo hasta la muerte, que está matando de hambre al mundo, que lo está encarcelando y que lo está torturando. Nunca cuestionamos la lógica detrás de la deforestación, el vaciado de los océanos, la erosión de la tierra fértil, la construcción de represas en los ríos y el envenenamiento de los acuíferos.

Y no actuamos para detener estos horrores.

¿Cómo detienes el calentamiento global que es causado en su mayor parte por la quema de petróleo y gas? Si le preguntaras a cualquier niño de siete años de edad con una inteligencia razonable sería capaz de darte una respuesta obvia. Pero si le preguntas a cualquier persona medianamente inteligente de alrededor de 35 años de edad que trabaja para una empresa de alta tecnología verde, probablemente te contestará con una respuesta que ayuda a la corporación en la que trabaja en lugar de una respuesta que ayude al mundo físico y real.

Cuando la mayoría de las personas en esta cultura preguntan: "¿cómo podemos detener el calentamiento global?", no están preguntando lo que pretenden estar preguntando. En su lugar están preguntando: "¿cómo podemos detener el calentamiento global sin dejar de quemar petróleo y gas, sin dejar la infraestructura industrial y sin detener este sistema omnicida?". La respuesta: no puedes.

Vamos a verlo de otra manera: ¿Qué harías si extraterrestres del espacio exterior invadieran este planeta, y estuvieran arrasando con los océanos y deforestando los bosques nativos y poniendo represas en cada río y cambiando el clima del planeta y metiendo dioxina y otra docena de cancerígenos en la leche materna de cada madre y en la carne de cada niño, amante, madre, padre, hermano, hermana y amigos, e incluso dentro de tu propia carne? ¿Te opondrías con fuerza? Si existiera un movimiento para oponer resistencia, ¿te le unirías? Si no, ¿por qué no? ¿Qué tan severo tendrían que ser los daños para que detuvieras a aquellos que están asesinando el planeta, asesinando a aquellos que amas y que además te están asesinando a ti?

Noventa por ciento de los peces grandes en los océanos se han acabado. ¿Cuál es el umbral necesario para adoptar la resistencia? ¿Será el 91 por ciento? ¿92? ¿93? ¿94? Esperarás ha que hayan exterminado el 95 por ciento? ¿96? ¿97? ¿98? ¿99? ¿Qué tal cuando se llegue al 100%? ¿Decidirás luchar entonces?

Al hacernos estas preguntas de ninguna manera implicamos que las personas no deban intentar trabajar dentro del sistema para reducir la destrucción que emana de esta cultura. Ahora mismo, una gran corporación energética, gobiernos estatales y federales, naciones indígenas locales y varios grupos de interés (desde organizaciones ambientales a pescadores hasta granjeros) están negociando la eliminación de cinco represas en el Rió Klamath dentro de los próximos quince años (aunque la supervivencia del salmón durante ese periodo es dudosa). Eso es algo. Eso es importante.

Pero, solamente, en los Estados Unidos existen 2 millones de represas; 60,000 de esas represas miden más de 13 pies (4 metros) y 70,000 sobrepasan los 6 pies (2 metros). Si únicamente retiráramos una de esas 70,000 represas por día, nos tardaríamos 200 años en removerlas todas. Al salmón no le queda ese tiempo. Al esturión no lo queda ningún tiempo más.

Si el salmón pudiera actuar como un humano, ¿qué harían?

Este libro es para contraatacar.

¿Y qué queremos decir por contraatacar? Como exploraremos en este libro, quiere decir, primero que nada, que pensemos y sintamos por nosotros mismos, encontrar a quien amamos y a aquello que amamos y averiguar de qué mejor manera puedes defender lo que amas, usando los medios que sean apropiados y necesarios. La estrategia de Deep Green Resistance (Resistencia Verde Profundo, DGR por sus siglas en inglés) empieza por reconocer las calamitosas circunstancias que la civilización industrial ha generado para la vida en este planeta. El objetivo de DGR es quitarle la habilidad a los ricos de robarle a los pobres y quitarle a los poderosos la habilidad de destruir el planeta. También quiere decir que buscamos defender y reconstruir comunidades humanas justas y sostenibles anidadas dentro de territorios reparados y restaurados. Es una gran tarea, pero puede realizarse. La civilización industrial puede ser detenida.