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Las cuatro categorías principales de acción que aquí se discuten (los remedios legales, acción directa, retirada y espiritualidad) pueden ser emprendidos por liberales y radicales. La manera en que estas cuatro categorías se definen como de corte liberal o radical es de acuerdo a su uso. El objetivo final dictará su uso estratégico y es el objetivo el que define si es de naturaleza liberal o radical.

El punto principal de este capítulo es que, dada la dominación histórica del liberalismo, se nos ha entregado un marco de trabajo que trunca las acciones que de otra manera podrían ser efectivas. Las cuatro categorías de acción podrían jugar un papel en el desmantelamiento de la civilización y para la creación de una cultura justa y sustentable, pero sólo si sus fortalezas y responsabilidades son reconocidas. Ese entendimiento sólo llegará a través de la aceptación de las aportaciones del radicalismo.

Debemos recordar que el liberalismo es una combinación de idealismo e individualismo. Para los liberales, la realidad social está constituida por individuos y en esencia se trata de un evento intelectual. Los liberales no ven que la opresión se trata de sistemas de poder concretos, pero en su lugar creen que esta constituido por ideas y actitudes. Por lo tanto, la educación y persuasión moral están a la orden del día.

Esto ha varado a la izquierda con tácticas que van desde lo inefectivo a lo ridículo. A nadie le importa si prendemos velas para detener el calentamiento global; pedirlo de manera amable no va a ayudar. Además este tipo de petición nos mantendrá por siempre atrapados en una postura de dependencia infantil. Si somos buenos (complacientes, callados y bien portados), si seguimos las reglas, alguien en una posición de poder nos escuchará y cuidará. Mientras tanto, al poder no le podría importar menos. Al poder sólo le importará cuando esté amenazado. Y ninguna de las estrategias actuales de la izquierda representan una amenaza, precisamente porque el liberalismo malinterpreta profundamente la naturaleza del poder.

Considera la variedad de "acciones políticas" que se nos ofrece. Primero las estrategias legales, les siguen las típicas peticiones, demostraciones y demandas dirigidas hacia la conservación de las piltrafas que quedan del mundo, las que el sistema nos permita proteger. Las personas han dedicado sus vidas a salvar especies, ríos, lugares, a alguien o algo que tienen la valentía para amar y que aman lo suficiente para proteger. De ninguna manera estoy insultando su compromiso o burlándome de su pasión. Pero estas medidas no están funcionando. El planeta está muriendo. Hacemos lo que podemos; el planeta continúa muriendo. Sabemos que el planeta está muriendo pero, ¿qué más podemos hacer nosotros? Las vías abiertas como las peticiones y las demandas, no cuestionan el proceso básico de la civilización, las actividades destructivas y de extracción de las cuales depende esta manera de vida. Esa es la introspección que aquellos en el poder buscan evitar en los activistas a través de la propaganda, pero también por los efectos generados por la subcultura de la izquierda.

Las acciones directas, incluso las acciones directas no violentas, han sido desprestigiadas por el liberalismo. Nací el mismo año que el Acta de Derechos Civiles de 1964. Veinticinco años después, observé en la televisión como la población de Berlín derribaba el muro. La no-violencia es una forma de resistencia que funciona, pero debe ser entendida si es que se va a emplear de manera efectiva.

Gene Sharp es el principal académico que ha estudiado la acción no-violenta. Su obra en tres volúmenes The Politics of Nonviolent Action (Las Políticas de la Acción No Violenta) debería ser una lectura obligada para todos los activistas como una primera inducción sobre la naturaleza de la lucha política. Empieza con la reflexión que:

Las acciones directas no-violentas son una forma de lucha que emplea el apalancamiento político, económico o social en un intento de coercionar las estructuras de poder para cambiar, de manera total hasta la abdicación absoluta. Sharp continúa:

Muchos autores han señalado las similitudes generales entre las acciones no-violentas para la guerra militar. La acción no-violenta es un medio de combate, al igual que la guerra. Involucra la contraposición de fuerzas y la confrontación de "batallas", requiere de sabiduría sobre el uso de la estrategia y táctica, además exige valor, disciplina y sacrificio de sus "soldados". Esta visión de la acción no-violenta como técnica de combate activo es diametralmente opuesta a la creencia popular que, en su punto más fuerte, la acción no-violenta se sustenta en la persuasión racional de sus oponentes, y de forma más común, en que consiste sencillamente de una sumisión pasiva.58

Si eres una persona que adopta un ética no-violenta, entonces necesitas entender cómo funciona la técnica de la no-violencia si es que vas a ser exitoso. Un análisis radical te guiará a la conclusión de que la justicia sólo será ganada a través de una lucha; la opresión no es un error; y las peticiones amables y razonadas no la van a detener. En las palabras de Frederick Douglass, que sabía lo que decía, "El poder no concede nada que no sea exigido; nunca lo ha hecho y jamás lo hará". Una vez que lo hayamos entendido, la tarea de los activistas se vuelve una de estrategia sencilla: el poder debe ser obligado, entonces ¿de qué mejor manera podemos aplicar esa fuerza?

La izquierda también ha operado bajo la pretensión o creencia sentimental que la no-violencia funciona sólo a través del ejemplo moral personal. No funciona así. Habiendo dicho eso, existe una autoridad moral que históricamente ha sido útil para las luchas no-violentas. Cuando las personas que llevan a cabo la acción se adhieren a la no-violencia mientras son atacadas por la policía o el ejército, a menudo hay un aumento en la simpatía del público general. Sharp llama a este fenómeno "artes marciales políticas". Si estas construyendo un movimiento masivo, entonces la disciplina es un buena técnica para ser empleada, por esa razón única. Pero no podemos perder de vista la naturaleza del poder y la naturaleza de la lucha que es requerida para cambiarlo. Contra el poder sólo la fuerza funciona. Los progresistas han rehusado repetidamente entender eso, desde los abolicionistas que pensaban que una inminente transformación espiritual acabaría con la esclavitud hasta Gandhi escribiendo una carta a Hitler pidiéndole que se detuviera (quedando pasmado cuando no funcionó), a blancos y negros en el movimiento de derechos civiles quienes pensaron que compartir sentadas (forma de protesta no violenta que implica ocupar asientos o sentarse en el suelo de un lugar público) era una confrontación directa exagerada.

Ahora mismo, la cultura de la mayoría de la izquierda ha declarado que cualquier acción que no sea del tipo "no-violento" queda afuera de la discusión. Empleo las comillas porque las personas que han adoptado tales tácticas no entienden en verdad la técnica de la acción directa no-violenta. El nombre correcto para ellos es pacifistas, personas que por razones morales o espirituales tienen una "oposición a la guerra o violencia como medio para resolver disputas". Por supuesto, que bajo esa definición yo soy una pacifista, ya que estoy en contra de la guerra y también pienso que la violencia es una manera incorrecta para arreglas disputas. Pero aquí no hablo de disputas sino los sistemas globales de opresión, especialmente la organización que llamamos civilización, que actualmente está devorando el mundo. Mientras tanto, he escuchado a los defensores de la así llamada no-violencia declarar que cualquier comunicación fuera de las declaraciones del tipo "YO... " es violencia. Esta bien, YO siento que eso es ridículo.

Un compromiso personal al rechazo de la violencia puede ser un acto honorable y considerado. Pero si este compromiso genera una inhabilidad para enfrentar las realidades de los sistemas de poder, incluyendo su violencia inherente, su intransigencia, la destrucción sociópata de persona o cosa que se encuentre en su camino, y lo que está involucrado en la transformación de esos sistemas, entonces la adopción por la mayoría de dicho pacifismo sólo va a impedir nuestra habilidad para ganar justicia y salvar lo que queda de nuestro planeta.

Los sistemas de poder no son influenciados por las exhortaciones morales. No les importa que tan bien uno se comporte, no les interesa cuánto crees en el poder de la curación ni cuánto quieres que el niño interior dentro de los perpetradores y directivos sea capaz de sentir el amor que supuestamente nunca tuvo. Su niño interior es sociópata. Y afuera en el mundo real, no se tocarían el corazón para emplear cañones de agua y soltar pastores alemanes contra tus hijos reales. Las personas que llevan a cabo acciones no-violentas han muerto de balazos a sangre fría, torturados y encarcelados bajo cadena perpetua. Cualquier revisión de la historia de la lucha política revelará la dura verdad, la lección aprendida en Domingo Sangriento o en la Plaza Tiananmen: la no-violencia no funciona a través de la persuasión, ni ofrece ninguna protección y la izquierda debe de renunciar a estas creencias sentimentales. Esas no son las razones para emplear la no-violencia.

La no-violencia funciona al enfrentar la cruel realidad de la opresión, identificar sus puntos de inflexión y emplear acción directa para interrumpir el flujo de poder, y esperar que así desarmemos sus cimientos. En lugar de armas, la técnica emplea personas, usualmente cantidades de personas grandes con la voluntad de afrontarse de manera directa con el poder, lo cual implica el riesgo de morir. Mientras más pronto la izquierda enfrente la realidad del peligro, estaremos mejor preparados para tomar decisiones estratégicas y tácticas de manera individual y colectiva.